
Internet no es la victoria ni la derrota, es una nueva realidad. Una realidad que debe digerirse desde todos los ámbitos de la sociedad. Desde el ámbito de la educación hasta el sector hostelero, desde el ámbito de la comunicación hasta el sector artístico. Una realidad que revoluciona el mundo cada día, que constituye un lugar global donde estamos todos, y nada ni nadie deben quedarse fuera.
Ha cambiado la manera de disfrutar de los contenidos audiovisuales pero no ha cambiado el deseo de consumir dichos contenidos audiovisuales; podemos decir que, incluso, dicho deseo se ha multiplicado. Recordemos cuando llegó el televisor, a finales de los años 1950, y las personas se reunían en los teleclubs para disfrutar juntos de la emisión. Luego, cada familia se reunía alrededor del aparato para disfrutar de los programas. Luego se multiplicaron los aparatos en varios lugares del hogar. Y, con el paso de los años, cada miembro de la familia ha evolucionado hasta tener la libertad de elegir aquel contenido audiovisual que desea ver en su pantalla de ordenador. De forma paralela, podemos describir el cambio en el visionado del cine desde el cine ambulante que se instalaba en la plaza del pueblo durante unos días, hasta los cines de las grandes ciudades, los estrenos en las salas más prestigiosas y, finalmente, el nacimiento de los complejos comerciales multipantalla.
“Internet es la salvación de nuestro cine.” Es la nueva manera de consumo y, por tanto, el nuevo vehículo de distribución. Una distribución que debe resultar beneficiosa para todos, por lo que se hace necesario un nuevo modelo. Un modelo justo para cada uno de los componentes de la producción audiovisual. Un modelo que complete el círculo de la preproducción, la producción, la postproducción, la distribución, y la exhibición. Un modelo que cierre el círculo desde el emisor hasta el receptor; y no como sucede en muchos casos actuales, en los que el modelo se queda cojo porque el emisor siente que su receptor no ha recibido el producto de la forma idónea, sino que lo ha hecho robando, pirateando. “Un nuevo modelo de mercado que tenga en cuenta a todos los implicados: autores, productores, distribuidores, exhibidores, páginas web, servidores y usuarios.” Los derechos y las obligaciones de cada una de las partes del mercado audiovisual deben ser tenidas en cuenta: desde la libertad de comunicación, la propiedad de las obras, el derecho a recibir información, el derecho a recibir una remuneración por el servicio prestado, el libre acceso a la cultura, etc. Se trata, pues, de lograr un equilibrio. Un equilibrio esencial que respete a todos y que, lejos de perjudicar al mercado audiovisual, potencie tanto la producción como el consumo de obras. Porque, precisamente, en la producción y en el consumo está la libertad de expresión, el intercambio de ideas y puntos de vista y, sobre todo, el enriquecimiento de una cultura que nos pertenece a todos y que forma parte activa de nuestro desarrollo como sociedad.